Mas con todo este esfuerzo, a la bajada
de la ribera, en partes montuosa,
hallamos la frutilla coronada
que produce la murta virtuosa;
y aunque agreste, montés, no sazonada,
fue a tan buena sazón y tan sabrosa,
que el celeste maná y ollas de Egito
no movieran mejor nuestro apetito.

Extracto de “La Araucana” – Canto XXXV